por Lindsay Olivia Martínez Sánchez
Antes de que el sol salga y el día empiece presuroso, abro mis ojos, respiro un momento y permito que el alma llegue al cuerpo.
Antes de que mi mente empiece a correr con las preocupaciones diarias, con las tristezas pasadas, con las angustias futuras, con el dolor del cuerpo, con la soledad que creo tener, la detengo para que no se vaya, para que permanezca en mí y no me lleve con ella al borde del delirio.
Antes de comenzar mi día, con las actividades cotidianas, con las decisiones que deben tomarse, con el ajetreo del ritmo que lleva el mundo, con la familia, el trabajo, la rutina, los quehaceres del hogar, la propia vida, abro los ojos, toco mi cuerpo y me doy cuenta de que estoy viva, que aún respiro, que, aunque me sienta en el suelo, en realidad estoy en la lona: la pelea aún no termina.
Ante las inmensas ganas de no dejarme morir me despierto a vivir, a construir hoy el futuro que quiero mañana, a cambiar las elecciones que me trajeron a donde estoy hoy por elecciones menos egoístas que me lleven a donde quiero estar mañana. Así que hoy, elijo.
Elijo el amor, el amor desde la libertad, el amor hacia mi, hacia los demás, hacia Dios; elijo amar lo que me rodea, lo que soy y lo que no soy y lo que podría llegar a hacer. Elijo el amor.
Elijo la alegría; la tristeza no dura para siempre, así que elijo la alegría, el gozo de vivir los pequeños instantes, el rayo del sol sobre mi rostro, la música que vibra en el alma, la sonrisa de un amigo. Elijo la alegría.
Elijo la paz. He pasado demasiadas tormentas en poco tiempo, hoy elijo la paz de estar aquí, de sentir, de no moverme innecesariamente, la paz de respirar desde mi ser, la paz de estar en el santuario donde la deidad habita.
Elijo la paciencia; los cambios ocurren, quizás no de un día para otro, pero ocurren, elijo ser paciente, día a día respirar y notar que estoy viva, que estoy sanando, y que todo mejorara, elijo ser paciente conmigo y con los demás, elijo la paciencia.
Elijo la amabilidad, cada uno tiene su propia guerra, juzgar es una perdida de tiempo, elijo ser amable conmigo, elijo ser amable contigo, cada uno sabe el peso del bulto que lleva, así que elijo ser amable.
Elijo la bondad, hacer el bien antes que dañar, elijo la pureza de corazón antes que la amargura del alma, elijo actuar para bien, elijo mi más alto bien.
Elijo la fidelidad. El mundo me ha enseñado que la fidelidad se refiere hacia alguien más; hoy elijo serme fiel a mi, a lo que quiero, a lo que amo, a lo que me transforma, a lo que me gusta, a experimentarme de nuevas formas, hoy me elijo a mi.
Elijo la humildad, soy un habitante más de este mundo, soy hermano de otros, soy hija de muchos, madre de algunos, padre de cientos, dueño de tierras, cuidador de bosques, amo reconocer la grandeza de todos y la humildad de ser una pieza más del universo.
Elijo el dominio propio, la tristeza, el dolor, la angustia me han llevado al limite de mis emociones, a agredirme y dañar a los demás. Hoy elijo el dominio propio, controlar mis emociones y sentimientos para mi bien y el bien de los que me rodean; hoy elijo que antes de conquistar otras tierras conquistaré la mía, que antes de señorear otros montes señorearé mi vida, que antes de explorar cuidaré de mí.
Hoy antes de que el día comience, elijo el amor, la alegría, la paz, la paciencia, la amabilidad, la bondad, la fidelidad, la humildad y el dominio propio. Hoy elijo ser el santuario donde habite Dios, hoy elijo crear una habitación en la cual Dios pueda descansar en mi y yo en el, hoy reconozco la deidad que habita en mi.
Al llegar la noche, si todo fue eligiendo desde el amor, agradeceré, y si en el camino tropiezo, lo volveré a intentar, dormiré en paz, porque siempre se puede empezar de nuevo porque Dios mora dentro de mí tal como soy y transforma lo que hay por un santuario donde reposar, donde el alma decida regresar al cuerpo.
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