¡RINDETE! por Hesiquio Rodríguez
Actualizado: 14 de ene de 2020

¡Ríndete!
Hace unos cuantos meses, viví uno de las situaciones más temidas por los médicos. Es tan temida, que la recomendación es no involucrarse. La verdad es que en el momento, no vi otra alternativa. Tuve en mis manos la vida de uno de mis seres más amados, mi mamá.
Por azares del destino llegó al hospital donde trabajo y por su estado de gravedad y algunos problemas administrativos, que no son tema de este escrito, ya no me fue posible trasladarla al hospital en donde normalmente se le atiende.
Lo acepto, me enfrenté al miedo, pues, sin quererlo tuve que jugar el rol de hijo, de administrador de recursos y de médico. Luego de 10 días de toma de decisiones; de incertidumbre, de mucha meditación y del amoroso apoyo de la familia, los amigos y la poderosa Sangha; todo quedo como una experiencia dura, pero firme.
Hoy la veo como una amorosa oportunidad de la vida y de mi ser superior para expandirme y recordar lo que soy. Y eso es que les quiero compartir.
Cómo debemos actuar. Cómo debemos afrontar la vida, cuando a pesar de nuestros “mejores esfuerzos”, todo parece ir en contra Ante una situación de crisis, sea el tema que sea, pérdida de relaciones, problemas de índole laboral, colapso en la familia, problemas graves en la economía, temas de salud personal o de algún ser querido, o una combinación de todas. En una situación de crisis nos vemos nadando contra corriente tratando de sobrellevar el dolor, de ser duros, de convencer al mundo de que todo está bien; poniéndonos máscaras de fortaleza, cuando en realidad, nos rompemos por dentro. ¿De verdad? ¿Esto se trata de ser “fuertes”? porque así nos han enseñado, no importa que mostremos una sonrisa falsa.
Creo que la mayoría de nosotros nos hemos encontrado, al menos, una vez en una situación así. En algún momento hemos querido demostrar al mundo “LA FUERZA” porque lo último que deseamos es que, además de la crisis, la gente hable de cómo el mundo se desmorona y nosotros junto con él. ¿Has estado en esos zapatos? ¿Lo estas ahora mismo? Respira y Recuerda que eso, como todo en la vida, “También, pasará”.
Te cuento que aprendí para afrontarlo. Lo primero que descubrí fue la necesidad de honestidad. Reconocer mis emociones por muy negativas que parezcan, reconocer que tengo miedo, que estoy cansado, que siento dolor.
Reconocer que no puedo con todo; este es el punto clave pero, al mismo tiempo el más difícil, pues nos han enseñado que tenemos que ser fuertes para todo y eso no es más que una gran mentira. No tienes que ser fuerte todo el tiempo, porque fingir puede ser agotador, mental y físicamente.
La verdad es que no siempre todo estará bien y eso es perfecto. Tienes permitido ser un desastre, estar triste, luchar, sentirte roto y confundido. Todas tus emociones y sentimientos son relevantes. Admitir que estás luchando y que esa lucha te está costando trabajo, no te hace débil de ninguna manera, al contrario, se necesita una gran fuerza para reconocer que tan vulnerables somos.
El segundo aprendizaje es la humildad: Vista desde la premisa de que no soy un ser superior y que soy tan humano como cualquiera. Si hay un momento de crisis es normal no poder con todo. No debemos querer jugar todos los roles posibles porque simplemente no se puede. Habrá que escoger uno y sobre ese jugárnosla y confiar que ese único rol a jugar abrirá todo lo que parece haberse bloqueado.
Tener humildad para pedir ayuda. Estamos rodeados de gente que nos ama y que está dispuesta a ser un soporte al primer llamado. Pide ayuda, habla de tus problemas y desahógate, delega responsabilidades, porque te liberará de todo el ruido de la mente y te permitirá ser más objetivo. No pasa nada si permites que alguien tome parte del peso de tus hombros y te dé un descanso.
Confía en los que amas, siente el dolor y date la oportunidad de cuidarte primero. No hay nada de malo en dejar que otros te carguen un poquito, como seguramente tú has hecho en otras ocasiones.
El tercer punto es: MEDITA. Tomarnos unos minutos de calma abrirá las puertas a la claridad, aunque parezca no estar a nuestro alcance. Meditar en un momento de enfoque. No lo dejes de lado por pensar que quita tiempo para las cosas importantes; al contrario. Meditar nos entregará la calma que justo necesitamos.
Pero, quizá la más grande lección es la cuarta: RENDIRTE. Así como lo lees. Ríndete. Cuando lo has entregado todo, cuando has hecho todo lo que está en tus manos, cuando lo has dado todo y aún así los problemas parecen seguir superándote. Sólo queda una cosa por hacer: Ríndete.
Rendirse es abrirse a la posibilidad de que todo suceda. No es un acto de cobardía, es un acto de amor puro, de fe en ti mismo y para eso, se necesita, valentía. Es comprender que sea el resultado que sea siempre estará inmerso en amor. No te rindas porque crees que no puedes más, ríndete porque te entregaste y sólo amor puede producirse de la entrega.
No te rindas ante tus miedos, ríndete a experimentarlos y reconocerlos como herramientas para aprender. No te rindas ante la frustración, ríndete ante el amor y ante la confianza de que todo será para el mejor bien para todos. No te rindas ante la pereza, ríndete a la fortaleza y el soporte de tus seres queridos. Ríndete a la belleza del proceso que estás viviendo, ríndete a la oportunidad que te da la vida para expandirte en perfección y a abrir tu corazón. Ríndete (en palabras de mi querido maestro) ante la consciencia de que somos parte de un todo). Tan sólo siéntate, cierra tus ojos, respira profundo y entrégate a tu corazón para que el ruido de la mente calle. Entrégate a tu ser superior (lo que eso signifique para ti) y ten la confianza de, que si lo has dado todo, todo está por venir.