Espiritualidad vs materialismo ¿quién ganará?.
- Jivan Vinod
- 16 jun 2019
- 3 Min. de lectura
Por Jivan Vinod.
Hace 9 años fui por primera vez a India, sin duda, uno de los viajes más hermosos y profundos que he hecho y del que hoy en día, sigo asimilando cosas que viví. De hecho con algunas de aquellas vivencias he inspirando a muchos de mis alumnos.
Sin embargo, no todo fue miel sobre hojuelas. Llegar a India, para mí fue todo un shock. Bastaba sólo con salir del aeropuerto de Nueva Delhi para toparte con una espesa capa de smog que parecía neblina y aún cuando llegué de madrugada, había tráfico, autos, motos pitando y mucho caos. Inmediatamente viaje a Rishikesh, un pequeño pueblo a las faldas de los Himalayas que, al menos, en el Lonely Planet parecía un lugar paradisiaco, sin embargo, ¡Oh… gran sorpresa que la vida me deparaba al llegar! Era día de fiesta nacional y debido a la celebración, había aún más ruido y caos.
¿Dónde estaban esos lugares apacibles, casi de ensueño en donde encontraría la paz?
Estando en Rishikesh conocí a varios gurús y, sin duda, puedo decir que sus prácticas elevaban el espíritu hasta lo más alto. No obstante, algo me llamaba mucho la atención, y es que casi todos ellos hacían campañas en sus comunidades sobre ecología, consciencia acerca de no desperdiciar el agua, no tirar basura, etc., lo cual me parecía muy bien, pero ¿Qué no iba uno a India sólo hablar del espíritu? ¿A buscar al Ser en vez de hablar de no tirar el agua?.
Algo que vale la pena recalcar es que dentro de todo este caos, la mayor parte de la gente siempre estaba sonriendo, recuerdo gente muy feliz, que bailaba, cantaba y a quienes los ojos les brillaban.
Cuando terminé mi viaje en India y antes de regresar a México estuve unos días en Noruega y vaya que noté el cambio. Desde que aterricé en Oslo todo fue perfecto, orden y armonía, no había un solo papel tirado en el piso, nadie se empujaba, era, hasta cierto grado, silencioso. De hecho, creo que lo que más me impresionó fue que los camiones públicos pasaban a cierta hora específica en cada parada, y ¡Wow! De verdad eran puntuales. Ni un minuto más, ni un minuto menos. En México, mi amado país eso es imposible, si no es una manifestación, es un accidente vial que tarda horas en resolverse, o embotellamientos por la enorme cantidad de autos, etc.
Después de un par de días andando en una calle me di cuenta de algo. No había visto una sola iglesia o templo de alguna religión, algo muy curioso, mientras en India había algún altar literal en cada esquina, incluso a veces más de uno en la misma cuadra.
Cuando estaba en el aeropuerto para venir de regreso a México me senté en el piso a meditar unos minutos, al terminar y abrir los ojos me di cuenta que la gente me veía muy raro y entonces entendí algo muy bello: Ni material, ni espiritual. Dicho en términos coloquiales ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre.
Lo que entendí es que en Oriente, en general, se han enfocado tanto en lo espiritual que han olvidado atender lo material, mientras que en Occidente hemos puesto tanta atención en lo externo que hemos olvidado a nuestro Ser.
¿Y qué tal si creamos un mundo donde haya armonía tanto adentro como afuera?
¿Sabes por qué hago tanto énfasis en meditar? Por dos cosas fundamentales:
La primera es porque meditar es ir a tu mundo interno, cosa que en Occidente hacemos poco pues toda nuestra energía está sólo en lo exterior; dinero, pareja, sexo, placeres, autos, relojes, bolsas, zapatos, coches, casas, trabajo, éxitos profesionales, éxitos académicos, familias, y así podría seguir con una larga lista y si no me crees contesta lo siguiente ¿Hoy, cuántas horas has dedicado a la reflexión, a la contemplación o simplemente a estar en silencio?
La segunda, porque ir hacia adentro te enseñará a disfrutar, sin depender, de todo lo material y el placer que esto da.
Meditamos para conocer nuestro mundo interno, meditamos para disfrutar de nuestro hermoso mundo externo. Todo en un equilibrio perfecto.

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