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AMAR-TÉ

POR LINDSAY MARTÍNEZ



Un sorbo, un respiro, un abrir y cerrar de ojos; una soltura en el alma y un deseo inigualable de que esto pase… A veces el sabor a jazmín y salvia se convierte en un bálsamo para el corazón y mientras sorbemos, las voces internas empiezan a gritar “es momento; es hora; ya no más distracción; ya no mas huir. Es momento de mirar adentro, de respirar y regresar al corazón” … Un sorbo más y un estallido color verde en el pecho empieza a vibrar. Anahata, el cuarto chakra, nos pide regresarle el alma al cuerpo y suavemente respirar… respirar la ausencia de los que ya no están, respirar la ausencia de nosotros mismos ante la vida, respirar el extrañamiento de los buenos momentos, respirar para dejar salir el dolor del pecho, respirar para recordar a los amigos, respirar para recordar a quienes amamos y ya no están, respirar para sentirse mejor, respirar, respirar, respirar.


Otro sorbo y nos empezamos a abrir a las posibilidades de vivir otra vez, de amar nuevamente, de vivir con plenitud, de gozar e incluso de reír de felicidad. Comenzamos a entender que ocultar el dolor, en realidad sólo lo hace más fuerte; comprendemos que acallar la tristeza, crea un ruido ensordecedor que no te deja vivir en paz. Entendemos que no hay otra manera de sanar la herida que sabiendo dónde está.


Se dice que antes de que una herida sane, el dolor se vuelve mas fuerte, ya que se está reconstruyendo; quizás por eso a veces sentimos que no aguantamos más.


Otro sorbo y el brebaje de jazmín y salvia continúan haciendo efecto. No sólo ayudan a la cicatrización de la piel, sino del alma y más allá de sus múltiples beneficios a nuestro cuerpo físico, dan poder a nuestro cuerpo energético.


El té de jazmín y salvia nos ayuda a atraer el amor; el amor en su significado más puro, más libre, más desprendido. Nos ayuda a remover las energías estancadas y nos permite fluir con facilidad, puesto cuando el amor llega y la energía fluye, la abundancia aparece.


Al beber el té, recordé que un día el ser que más amo, quien me enseñó lo que es libertad, amor, seguridad, bienestar y paciencia me dijo… “DEBES SOLTAR, TIENES QUE SER FELIZ POR TI MISMA”.


Sus palabras, abrieron en mí el reconocimiento del gran dolor que sentía y de cuan apretadas tenía las manos por no querer soltar. Con lágrimas en los ojos y un dolor punzante en mi ser, abrí las manos y me di cuenta de que ya no había nada en ellas; había estado apretando algo que ya no estaba; había estado sosteniendo algo que ya no existía. Me había aferrado a lo que ya no es y con ello había cerrado mis manos a la posibilidad de recibir por creer que tenía algo amarrado…


Un respiro y el sabor a jazmín y salvia me recuerdan lo que es sentir amor, compasión, devoción, empatía y perdón.


Dejar fluir el cuarto chakra es dejar fluir el amor incondicional; nos conecta con la capacidad de dar amor sin esperar nada a cambio, aceptando los aspectos positivos y negativos. Nos permite darle un sentido positivo a nuestra existencia.


El corazón es el mediador entre el ego y el espíritu. Es también el liberador del dolor.


Un último sorbo y tres respiraciones profundas; nuestro cuerpo se ha convertido en la esencia de lo que bebemos. Y secando las lágrimas que rondan por nuestras mejillas, elegimos que el dolor es inevitable pero el sentirse miserable es opcional.


Miramos nuestras manos extendidas y a pesar de las yagas del pasado, ahora están abiertas a las posibilidades. Sonreímos desde el alma y una nueva voz repite desde adentro: es hora de AMAR-TÉ.

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