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CUANDO AYUDAR ESTORBA



Por Alejandra Ledesma


A veces vivimos en la idea romántica de “ser buenas personas” y “ayudar al prójimo” y aunque no hay acto más noble del ser humano que cuando ayudamos desde el corazón, es importante detenernos a hacer la siguiente reflexión antes de hacerlo: ¿Desde dónde estamos ayudando? Pues efectivamente, podríamos hacerlo desde el corazón, pero también podría ser desde el ego, desde esperar el reconocimiento posterior a la ayuda, desde cubrir la necesidad de sentirse necesitado, entre muchas otras cosas.

Darnos el tiempo para pensar si estamos basando nuestra ayuda en nuestra propia necesidad y no en la del otro.


Por otro lado, tampoco podemos negar que cuando ayudamos, nuestro corazón se siente llenito de amor y gratitud; incluso, este amor por ayudar se puede convertir en nuestra motivación en la vida, un propósito, nuestra vocación o hasta una profesión.


Me gustaría compartirte cuatro preguntas, que me han servido para reflexionar y hacer mucho más conscientes mis ganas de ayudar y sobre todo actuar de una manera más respetuosa para quien recibirá esa ayuda.


¿Esa persona realmente necesita ayuda? ¿Según quién?

A veces las personas sólo necesitan ser escuchadas y nosotros comenzamos inmediatamente a pensar de qué manera podemos resolver sus problemas. Y tal vez no lo necesiten, al menos no de nosotros, sino de ellos mismos.


¿Esa persona quiere ayuda o tu ayuda?

Tal vez sí la necesitan, pero por alguna razón no la quieren o no la querrán de nosotros y es importante respetar su decisión, aunque no estemos de acuerdo. Muchas veces no querer ayuda es parte de su proceso.


¿Ayudar a esa persona iría en contra de tus principios, valores, tu propia seguridad o pasaría sobre tus propias necesidades?

La mayoría de las veces cuando ayudamos desde nuestra propia necesidad de reconocimiento o de ser necesitado, hacemos todo lo que sea posible por ayudar, incluso cuando nuestras propias necesidades no están cubiertas.


¿Desde dónde estás ayudando, qué te mueve a ayudar? (ego, necesidad, corazón, interés específico).

Y esta es la pregunta más importante, pues de ella depende qué tan genuino es nuestro deseo de ayudar, de servir.

La respuesta podría revelarnos algo valioso de nosotros mismos, que aún no había estado visible o disponible a nuestro entender.


Tomar en cuenta que a veces nuestra ayuda puede estorbar o entorpecer la evolución o el crecimiento de los demás. A veces es necesario hacer contacto con la incomodidad, con el coraje para hacer las cosas o incluso hasta tocar fondo para poder sacar fuerza de nuestras entrañas, crecer y ver la vida desde otra perspectiva.

A veces hasta que alguien toca con sus pies el fondo de una alberca, encuentra la suficiente fuerza para impulsarse y salir y así aprender de su experiencia. En cambio, si inmediatamente aventamos el salvavidas, esperará a que jalen de la cuerda y lo rescaten, perdiendo la oportunidad de impulsarse por sí mismo y encontrar la mejor alternativa para salir adelante, ahora más fuerte.


Es importante darnos el tiempo para pensar en cuál sería la manera más amable y respetuosa de ayudar al otro y desde la humildad ofrecerla.


Pues cuando la ayuda es honesta, respetuosa y genuina es tan poderosa que puede ser el bálsamo más maravilloso para nuestra alma, el puente entre la resignación y la esperanza, entre el abandono y la compasión amorosa.


Si después de todas estas preguntas y reflexiones, tu corazón late puro y fuerte por servir, adelante, entrégalo con el alma y agradece tener el privilegio de hacerlo.


“Mientras mantengas viva en ti la llama de la compasión, el sufrimiento no te afectará. En tal caso, verás que la persona a la que estás escuchando sufre mucho debido a sus concepciones equivocadas, su ira y su confusión y que sus comentarios nacen de su dolor. Entonces no te sentirás afectado por ello, porque la compasión seguirá llenándote.”

Thich Nhat Hanh.

D. E. P. (1926 - 2022

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