top of page

CUANDO DECIR ADIÓS, ES INEVITABLE

Por Alejandra Ledesma




¿Qué te provoca esta frase? ¿Te lleva a alguna persona, ¿alguna situación?, ¿algún lugar? ¿Cuál fue la última vez que estuviste en una situación donde era inevitable decir adiós, hasta pronto, o aceptar que nunca más podrás ver físicamente al ser que amas, porque ha dejado su cuerpo y partido de este mundo?


Duele. Duele tener que despedirnos, pensar si quiera nuestra vida sin esa persona o esa mascota que siempre ha sido más que una compañía, o sin tu pareja, o tus padres y qué decir de un hijo, posiblemente uno de los dolores más profundos del ser humano.

Tal vez sólo de pensarlo te estremezcas, pues no puedes imaginar tu vida sin ese ser que amas.


Algunos te dirán, “pero no se va del todo, se queda en tu corazón”: y puede que pienses enfurecido: “pero yo no lo quiero en mi corazón, lo quiero conmigo, presente, poder sentirlo, abrazarlo, escuchar su respiración cerca de mí”.

La realidad es que por más que te enojes, grites, llores o quieras parar el mundo por unos meses, la vida sigue, y sigue sin esa persona, o sin esa relación, o sin ese animalito que alegraba tus días.


La vida continúa, la de los demás y la tuya también, aunque haya sufrimiento, aunque no tengas fuerzas para levantarte o contestar el teléfono.

Definitivamente no es fácil aceptarlo y menos regresar a tu vida “normal”, pues indudablemente ya no es la misma.


A lo largo de mi vida he tenido muchas pérdidas, como todos, cada etapa de vida que dejas, cuando te cambias de casa, cuando dejas a tus amiguitos de la escuela, cuando dejaste tu primer trabajo, etc., pues las pérdidas son parte de la vida.

Todo tiene un ciclo, un proceso, un inicio y un fin. Y la manera en la que lo abordamos puede resultar transformador o desgarrador.


Y no es sólo como lo vivamos cada uno, sino la carga sociocultural que tienen las pérdidas y la muerte como tal, pues regularmente un nacimiento lo celebramos y una muerte la sufrimos. Y lo que es un hecho es que cada vez que hay una muerte, siempre hay un nacimiento, porque la muerte nos transforma, porque definitivamente no seremos los mismos sin eso que perdimos. La muerte también nos ayuda a ir entrelazando nuestro camino e irnos moldeando con lo que nos pasa y a darle un sentido a eso que perdimos, a que valga la pena su partida.


El otro día tuve la experiencia de encontrar un pajarito recién nacido que acababa de morir y la imagen era tan tierna y tan triste al mismo tiempo, que no sabía qué hacer, traté de ayudarlo (o eso creía), después me senté sobre la banca y sólo me quedé mirándolo, no sabía que hacer, es más, no sabía si tenía que hacer algo. Y sólo observaba su cuerpecito, sus ojitos, sus patitas, como a penas iban a salir sus plumas y sentí un gran dolor en el pecho y no pude evitar llorar. Al principio, no entendía muy bien porqué estaba llorando con tanto sentimiento, era la primera vez que lo veía, ni si quiera había un vínculo previo con él. Sólo sabía que sentía mucha tristeza e impotencia. Impotencia.


Y entonces lo entendí, lloraba porque no había podido hacer nada por evitar su muerte, porque, aunque traté de oprimir su pecho continuamente con un dedo, él ya no estaba aquí.


Me di cuenta, de cuantas veces he deseado con toda mi alma que algo que no se vaya, que algo no termine, pero al final, siempre, todo sigue su curso, como tiene que ser, en el momento que tiene que ser, con las personas justas y en los tiempos perfectos de cada quien.


Te confieso que escribir esto es doloroso, pues pone frente a mí la impotencia, la tristeza y el enojo que siento, de sólo imaginar que seres que amo con toda mi alma estén próximos a partir. Y como en el caso del pajarito, tal vez haya algo que pueda hacer, o no. Sólo creo que vale la pena agotar todo lo que esté dentro de mis posibilidades para estar presente de manera amable y amorosa conmigo y con los que amo. Aceptar que las cosas seguirán su curso y que también algún día yo partiré, aunque en ese momento también haya alguien que esté tratando de hacer algo para que no suceda.


Esa pequeña y tierna ave moribunda me mueve desde adentro para hacer que cada segundo cuente, cada acción, cada palabra, cada detalle, cada llamada, cada beso o caricia, cada gracias, cada lo siento, cada te amo.

Y estar más presente con los seres que amo, honrar su presencia en vida, honrar lo que hemos ido construyendo juntos, honrar el tiempo que seguimos compartiendo, dar un vistazo a todo aquello que hemos pasado juntos, si es necesario volver a mirar fotos, videos, recuerdos, todo aquello que muestre lo bueno y lo malo que hemos vivido, de lo que se ha ido construyendo nuestra historia.


Abraza y honra las historias que tienes con la gente que amas, estén físicamente contigo o no, pues al final es lo único que sí se va en nuestro corazón cuando partimos.

561 visualizaciones2 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page