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Tiempo de ir hacia dentro. Por Allari Prieto.




Tiempo de ir hacia dentro. Por Allari Prieto.


Para todos es una realidad tangible la expansión de la, ahora catalogada, “pandemia” del virus COVID- 19. Es verdad, que es un hecho de salud pública que nos alarma y genera cierto temor y desconcierto, pero también es verdad, que es responsabilidad nuestra no caer en actitudes y reacciones de catástrofe y pánico.


Creo que nosotros, hoy más que nunca somos responsables de mantenernos en paz, tranquilos y contribuir, en medida de lo posible, a la claridad y la calma, sobre todo como personas que enarbolamos la bandera de la espiritualidad y la paz interior como forma de vida.

Más allá de las condiciones epidemiológicas que hayan provocado la creación y expansión de este virus. Es una realidad que, en cierta medida, todos somos corresponsables como Especie Humana de haber generado las condiciones para que esto sucediera.


De ninguna manera, es mi intención generar una noción de culpa, ni mucho menos, pero sí me gustaría contribuir con este texto, para hacer una profunda reflexión sobre nuestro Modus Vivendi en los últimos tiempos y poder ver, qué hay más allá de lo evidente.


Para nadie es un secreto que nuestro planeta sufre, cada día más, los efectos de nuestras acciones; la contaminación, el exterminio de las especies y el cambio climático son algo real. Nos enorgullecemos por ser la especie “Inteligente” pensante y consciente, pero, la realidad es que nuestras acciones y nuestro paso por este plano terrenal dejan mucho que desear y hemos actuado de manera irresponsable y egoísta. Y lo que hoy vivimos, es la consecuencia de nuestros actos.


No es una coincidencia que, en este momento crítico para el planeta, en temas ecológicos y sociales surja un tema de salud que nos recuerde de manera fuerte lo efímeros y vulnerables que somos y que nos esté obligando, en mayor o en menor medida, a estar en casa. A un encierro forzoso que, sí o sí, nos lleva a mirar hacia dentro, a reflexionar sobre nuestras acciones, reacciones y, sobre todo; a reflexionar sobre nuestra postura ante los otros, otros humanos, otras especies.


Para los que llevamos un rato caminando por el sendero del camino espiritual, es claro, que hay momentos en los que la vida nos invita a parar. Hacer un alto y regresar a lo fundamental, y que, en muchas ocasiones, tenemos fuertes resistencias para hacer un alto en el camino. El universo, quizá principia enviándonos una señal leve y amorosa: “Para, querido, détente.” Sin embargo, nuestros veloces y vertiginosos ritmos de vida nos impiden poder ver las señales. Entonces, la energía infinita, el universo, nuestro poder superior, Dios; como cada uno lo conciba, manda una señal más fuerte, a tal punto, que no queda otra opción más que parar. Éste, creo yo, es uno de esos momentos.


La situación ya está aquí y más allá de desgastarnos en buscar culpables, en sólo responsabilizar al Gobierno y otras entidades de la situación, el tema es: ¿Qué haré yo ante esta pausa? Recordemos que no podemos controlar los eventos, pero si nuestra reacción y proceder frente a ellos. Yo te pregunto: ¿Cómo quieres colocarte frente a esta situación de salud, como víctima o actor consciente?.


Cuesta tanto, sólo detenernos, fluir con el ritmo que en este momento nos marca la vida, parar, revisar, reajustar y simplemente observar mi actuar cotidiano y sobre todo mi empatía y compasión hacia el otro, hacia mi hermano, hacia esa otredad, que no es otra cosa que un reflejo de mi mismo.


En esta era de redes sociales, de comunicaciones diversas y constantes, hoy más que nunca, es bien importante, ser sólo observadores activos del inmenso flujo informativo que no cesa. Estos días, como pocos, hemos sido testigos de diversas reacciones, desinformación, descalificación, polarización, reacciones de pánico, incluso reacciones de intolerancia y odio. No participemos de esto.


En días recientes llamó mucho mi atención que había, en distintos grupos de maternidad en Facebook, una demanda imperante para que el Gobierno decretara la suspensión de clases para los niños. Y una vez que el Gobierno tomó la decisión de hacerlo, seguía habiendo muchos comentarios del tipo: “No me preocupa tanto el Coronavirus, lo que en realidad me preocupa, es tener a los niños en casa, un mes.” Quizá en tono de broma, pero refleja mucho nuestra incapacidad de parar y simplemente estar.


Hoy, a diferencia de otros momentos históricos, hombres y mujeres, jugamos multiplicidad de roles, las que somos madres, no nos dedicamos única y exclusivamente a las labores del hogar y los hijos. Un sector importante de nosotras, trabajamos fuera de casa o en versión Home Office, e indudablemente esto nos impacta y se vuelve más complejo. Pero por favor, salgámonos del discurso de catástrofe y simplemente permitámonos parar, aprovechemos, la pausa, el encierro, para reconocernos, para, de verdad vernos a nosotros mismos, a nuestras parejas, a nuestros hijos. Seamos capaces de reinventarnos.


Yo te pregunto, hace cuánto no escuchas realmente a tu hijo. Hace cuánto su vocecita no es más que un zumbido constante, al que, en realidad, no le pones atención. Hace cuánto que realmente no te das el tiempo de verlo, de saber lo que para él es importante. Hace cuánto que huimos en la corredera de todos los días de nuestros vínculos interpersonales. Hace cuánto que tienes pendiente esa llamada a tu madre, a tu abuela, o la cena con tu esposa. Hace cuánto que no pueden coincidir para comer en familia. Te has puesto a pensar que llevas años viviendo en este edificio y no tienes la menor idea de que cómo se llama tu vecina de enfrente. En verdad, a esto le llamamos vida, En qué momento dejamos de hacer comunidad, de vernos, de reconocernos como seres humanos. No crees, que, en medio de la enfermedad y el aparente caos, la vida te puede estar regalando este momento para regresar a lo importante y que puede ser muy disfrutable.


Reasignemos roles y tareas domésticas, creemos cada uno un playlist y escuchémoslos con apertura y tolerancia. Aprovechemos este tiempo para leer, todo eso que tenemos pendiente, para hablarle a nuestros hijos de nuestros trabajamos y hacerlos más respetuosos y empáticos con nuestros tiempos laborales, cocinemos en familia, juguemos juegos de mesa, bailemos, atrevámonos a ser un poco ridículos, depuremos ese armario que tenemos pendiente, oremos, meditemos y por favor, hoy más que nunca, llevemos esta práctica a la realidad de ojos abiertos.

Como dice nuestro querido Jivan: “Esto también pasará.” Y cómo queremos que pase. Cómo queremos estar al final de este tiempo. Yo, en unos años, si la vida me permite llegar a vieja, y tengo la enorme dicha de tener nietos. Quiero poderles contar que hubo una primavera de 2020, en que un Virus COVID- 19 nos obligó a parar. Un tiempo en el que no hubo más remedio que ir hacia dentro, para reencontrarnos, reconocernos y amarnos nuevamente. Quiero que cuando cuente este relato, mi hijo tenga los mejores recuerdos, los más amorosos y dulces. Que recuerde este tiempo en que paramos, esta primavera de 2020, como el encierro más entrañable y aleccionador de nuestras vidas.


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